La psicología suele ser vista como una especie de arte especulativo consistente en hablar con un profesional de los propios problemas. Esto es en parte cierto, ya que el bienestar depende de que uno pueda comprenderse a si mismo y los conflictos internos que padece. Pero decimos que es «en parte» cierto, porque un aspecto importantísimo del equilibro psíquico, y definitorio para el bienestar mental, es lo que entendemos por «hábitos de vida saludable». Este hecho ha sido reflejado en el mundo clásico con la máxima «mens sana in corpore sano», sobradamente conocida, pero muchas veces pobremente practicada. Hay que comprender que la mente se relaciona de forma muy estrecha con las acciones que realizamos a diario, ya que nuestros actos determinan nuestro estado de salud y equilibrio interno. Gran parte del malestar actual como el estrés y la angustia, se deben de una forma gratuita al ritmo y la forma de vida que llevamos, tan acelerado y proyectado a lo material.
La personalidad es una estructura constituida, entre otras cosas, por una serie de hábitos de comportamiento, que no son más que un conjunto de acciones repetidas, diaria o regularmente, que determinan lo que se conoce como el «hábito corporal y psíquico». Esto es lo que entendemos por nuestra «figura», la forma que toman nuestro cuerpo y nuestra mente en base al tipo de vida que llevamos. Por eso, si queremos estar equilibrados debemos de revisar los hábitos de vida que tenemos, y ordenarlos, para ir progresivamente entrando en un estado de mayor equilibrio interno y mayor felicidad. El problema en este sentido es doble: por un lado la falta de determinación que tenemos a veces para hacer lo que sabemos que es bueno para nosotros, y por otro, la ignorancia, la falta de información y conocimiento sobre qué es lo bueno.